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Sólo para los vivientes hay esperanza. ¡Más vale perro vivo que león muerto! Pues los que viven saben por lo menos que han de morir. Pero los muertos nada saben, ni siquiera tienen memoria. Todo lo que hayan hecho en vida —amar, odiar, envidiar— es cosa remota y ellos ya en nada participan aquí en la tierra.

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